martes, 15 de diciembre de 2009

Hospital Vila, Julio 09




Te recuerdo tan Rosa que hay ráfagas eléctricas de amor por todas partes. Creo que me podría deshacer fácilmente en necesidad y amor. No puede pasar mucho tiempo antes de que reunamos los entresijos, es menester.

Si no, podrían producirse cataclismos y hecatombes, maremotos y huracanes. Y qué le hacemos.

Unimos las yemas de los dedos y se producen reacciones nucleares, se fisionan y fusionan los átomos, los volcanes entran en erupción y sobrevienen cambios climáticos amables. Y no podemos hacer nada. Sólo asistir a cada fenómeno agarraditos de la mano, acostados librerito y sentados frente al paisaje más bello, salvando el nuestro propio.

Si estoy viejito pero contigo, seré feliz. No es alardear. O sí es alardear pero alardear de ti. Te espero cada hora con el amor, el cariño colocheándose en las palmeras de nuestro jardín lleno de animales.

Hoy me levanté con la entraña cogida, ¿se nota? Me la tienes tú aferrada con tus ojos grandes llenos de ojos de amor.

Ay que sea ya mañana, ya la semana que viene, ya cuando sepa que nos quedan grandes tiempos esperándonos.

Ahora ya sólo pensar a quién le robo para un billete. Ninguna actividad delictiva más perdonable.

Y qué impaciencia más impaciente, qué hueco permanentemente hueco y hasta cuándo.

Perdónamela, la impaciencia, me siento apurarte pero no puedo no hacerlo.

Debería estar contento por haber hecho ya las pruebas, espero estarlo más cuando esté fuera de noticias malas, pero también me aflige saber que va a seguir la aflicción en tanto no pueda compartir la tranquilidad contigo. O compartirla excesivamente a distancia.

Quejica, Rosa, sí, quejica. Tú siempre tuviste más genio para sortear estas escolleras. Por lo menos saberte así son inyecciones y empujones hacia adelante.

No recuerdo si en aquel tiempo me sentía tan flojeras; creo que no; pero también me da que estaba en un período de cansancios que como que sedaban los miedos. Y sobre todo estaba contigo. Quejica, sí, Rosa, quejica.