lunes, 13 de julio de 2009

tanto vivimos

todos los minutos y sus horas y sus días.

vivimos todos los paisajes hasta agotarlos para poder reiniciarlos
una y otra vez y ya siempre,
así se quedaron pegados a nuestra existencia
y fueron de ella

vivimos los deseos todos y sus esencias,
ambos nuestros a la postre.

vivimos la necesidad de nuestra atracción
y ella nos vivió a nosotros en la existencia mutua.

vivimos para ya seguir viviendo siempre,
ya sin pausas posibles
ya sólo con finales confundidos de principios.

tanto vivimos que ya no dejaremos de hacerlo
donde estemos o no.

con rosa en nuestra noche infinita

al menos conseguimos saber que alcanzamos el infinito de dos.

nuestro infinito único al que ninguna otra parte afecta...

autosuficiente, sobrepasada su unidad, transmutado en el rigor de ambos,
de nuestras simples manos, de nuestros compartidos ojos,
de nuestro sueño de realidad sin renuncias.

conseguimos vivirlo y hacerlo eterno a su costa,
demostrarle que sólo en una noche como la nuestra
puede sentirse, reclamarse, mostrarse infinito para siempre

sin tiempos,
ya jamás nos harán falta.